
Escucho una melodía lejana,
hace ya tanto tiempo olvidada,
que ahora trae a mí un recuerdo.
El de aquel momento compartido,
el único en el que ella y yo,
ambos entonces despechados,
sin pensarlo demasiado
por unos intensos instantes
fuimos sólo uno.
Su nombre no puedo decírtelo,
no porque lo haya olvidado,
sino porque nunca lo he conocido,
como probablemente tampoco ella el mío.
Entonces fuimos el uno para el otro
un consuelo pasajero.
Nada más que objetos de usar y tirar,
porque en aquel momento
ninguno de los dos necesitaba algo más.
Ahora la melodía acaba
y el recuerdo nuevamente se escapa,
porque la verdad es que hoy por hoy
ya no hace ninguna falta.
(T.B.)
